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, Daniel_Defoe Robinson_Crusoe 

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me explicó que le hab�a pedido que no lo matara.
Despu�s de que se le pasara un poco el susto, le indiqu� que fuese a buscar el p�jaro que hab�a matado y
as� lo hizo, pero tardó en volver porque el p�jaro, que no estaba muer to del todo, se hab�a arrastrado a una
gran distancia del lugar donde hab�a ca�do. Finalmente, lo encontró, lo recogió y me lo trajo. Como hab�a
percibido su ignorancia respecto a la escopeta, aprovech� la oportunidad para volver a cargarla sin que me
viera y, de este modo, tenerla lista para una próxima ocasión; mas no se presentó ninguna. As�, pues,
llevamos el cabrito a casa y esa misma noche lo desoll� y lo troce� lo mejor que pude. Puse a hervir o a
cocer algunos trozos en un puchero, que ten�a para este propósito, e hice un buen caldo. Despu�s de
probarla, le di un poco de carne a mi siervo, a quien pareció gustarle mucho. Lo �nico que le extra�ó fue
ver que yo le echaba sal y me hizo una se�al para decirme que la sal no era buena. Se puso un poco en la
boca, fingió que le provocaba n�useas y comenzó a escupir y a enjuagarse la boca con agua fresca. Por mi
parte, me met� un poco de carne sin sal en la boca y fing� escupirla tan r�pidamente como antes lo hab�a
hecho �l con la sal. Mas, fue en vano, porque nunca quiso poner sal en la carne ni en el caldo; al menos,
durante mucho tiempo y, aun despu�s, tan solo en muy peque�as cantidades.
Habi�ndole dado de comer carne hervida y caldo, decid� que, al d�a siguiente, lo agasajar�a con un trozo
del cabrito asado. Lo prepar� del mismo modo que lo hab�a visto hacer a mucha gente en Inglaterra. Colgu�
el cabrito de una cuerda junto al fuego, clav� dos estacas, una a cada lado del fuego, y, apoyada entre
ambas, coloqu� una tercera estaca, alrededor de la cual at� la cuerda para que la carne diera vueltas
constantemente. Esta t�cnica sorprendió mucho a Viernes y cuando probó la carne, me explicó de tantas
formas lo mucho que le hab�a gustado, que no pude menos que entenderlo. Finalmente, me manifestó que
no volver�a a comer carne humana, lo cual me alegró mucho.
Al d�a siguiente le ense�� a moler el grano del modo en que sol�a hacerlo y que ya he explicado
anteriormente. R�pidamente aprendió a hacerlo tan bien como yo, en es pecial, cuando comprendió su
propósito, que era preparar pan, pues en seguida le mostr� cómo lo hac�a y tambi�n cómo lo horneaba. En
poco tiempo, Viernes aprendió a realizar todas las tareas tan bien como yo.
Comenc� a considerar que, siendo dos bocas que alimentar en vez de una, deb�a procurar m�s tierra para
el cultivo y plantar m�s cantidad de grano que de costumbre. Delimit� un terreno m�s grande y comenc� a
cercarlo del mismo modo en que lo hab�a hecho antes. Viernes no solo trabajó con mucha disposición y
empe�o sino tambi�n con mucho entusiasmo. Le expliqu� que lo hac�amos con el propósito de sembrar
grano para hacer pan, porque ahora �l viv�a conmigo y necesit�bamos m�s. Se mostró muy sensible a esto y
me dio a entender que pensaba que, a causa de �l, yo ten�a mucho m�s trabajo y, por lo tanto, trabajar�a
arduamente si le dec�a lo que deb�a hacer.
Este fue el a�o m�s agradable de todos los que pas� en este lugar. Viernes comenzó a hablar bastante
bien y a entender los nombres de casi todas las cosas que le ped�a y de los lugares a donde le ordenaba ir y
llegó a ser capaz de conversar conmigo. De este modo, en poco tiempo, recuper� mi lengua, que durante
mucho tiempo no tuve oportunidad de usar, me refiero al lenguaje. Aparte del placer que me pro vocaba
hablar con �l,`sent�a una particular simpat�a por el chico. Su honestidad no fingida se mostraba m�s
claramente cada d�a y llegu� a sentir un verdadero cari�o hacia �l. Por su parte, creo que me quer�a m�s que
a nada en el mundo.
Un d�a, quise saber si sent�a alguna inclinación por volver a su tierra y, como le hab�a ense�ado a hablar
tan bien el ingl�s, que pod�a responder a casi cualquier pregunta, le interrogu� si la nación a la que
pertenec�a hab�a vencido alguna vez en alguna batalla. Con una sonrisa, me contestó: -S�, s�, siempre
luchan los mejores -lo cual quer�a decir que siempre venc�an.
Entonces, comenzamos a dialogar de la siguiente ma nera:
-Ustedes siempre son los mejores -le dije -, entonces, �cómo es que ca�ste prisionero, Viernes?
Viernes: Mi nación venció mucho.
Amo: �Venció? Si tu nación venció, �cómo ca�ste prisionero?
Viernes: Ellos m�s muchos que mi nación en el lugar que yo estoy; ellos toman uno, dos, tres y yo; mi
nación venció a ellos en el otro lugar donde yo no estaba; all� mi nación toman uno, dos, muchos miles.
Amo: Entonces, �por qu� tu bando no os rescató de vuestros enemigos?
Viernes: Ellos tomaron uno, dos, tres y yo en la canoa. Mi nación no tener canoa esta vez.
Amo: Pues bien, Viernes, �qu� hace tu nación con los hombres que toma prisioneros? �Se los lleva y se
los come como ellos?
Viernes: S�, mi nación tambi�n come hombres, come todo.
Amo: �Dónde los lleva? [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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